domingo, 25 de enero de 2009

El Muki



Trabajé un tiempo en el departamento de Cerro de Pasco en Perú en unas obras en las que íbamos a construir dos coliseos en localidades distintas una en Paragsha y otra en Rancas , en el transcurso de mi estadía me relacioné con mucha gente de otros pueblos de la sierra y selva del Perú. Habían ido a trabajar piquetes de distintos departamentos a Cerro de Pasco, es que ofrecían buena paga porque no es un lugar bueno para trabajar, el clima es muy hostil y trabajar en esas condiciones requiere mucho esfuerzo. Bueno, cuando estábamos en Paragsha, al terminar la jornada de trabajo, diariamente los trabajadores nos repartíamos las labores del campamento que teníamos instalado a unos cien metros de la construcción que para la fecha ya estaba completamente cercada con ladrillos y tendría una altura de unos doce a quince metros. Al terminar estas labores nos sentábamos a cenar y luego de esto siempre comenzábamos a charlar entre nosotros contándonos anécdotas y cosas de nuestra vida. En una de estas conversaciones salió a relucir el tema de “El Muki”, un duende o espíritu de las serranías, que especialmente se manifiesta donde hay asentamientos mineros o vetas de algún mineral, que en algunos casos puede ser benigno o maligno según sean las simpatías que tenga con los mineros o las personas que rondan sus moradas, muchas veces también se manifiesta en las casas de los habitantes de estas ciudades mineras. Hablaron mucho de este ser largo y tendido y contaban que algunos de ellos ya habían tenido contactos con él en otros pueblos de la serranía, bueno me interesó mucho el tema, pero solo lo tomaba como anécdota, porque siempre he sido bien reacio a creer en estas cosas así que no pasó la idea más por mi mente hasta muchos días después en los que misteriosamente se perdían las cosas que teníamos en el campamento. No se perdían ni material de construcción ni herramientas ni ninguna cosa de valor, especialmente se perdían las prendas que dejábamos colgadas dentro de nuestro campamento como un solo guante , un solo calcetín, nuestros chullos y así cosas por el estilo, situación que ya estaba asustando a los compañeros ya que no podía ser ninguno de nosotros, todos dormíamos en un solo ambiente y en el ambiente contiguo era donde desaparecían las cosas , ahí teníamos los cordeles para la ropa porque teníamos que hacer secar las prendas en el interior ya que siempre llovía o nevaba o había helada y era el único sitio donde podíamos colgarlos con la seguridad de que no se mojarian o se las llevara el viento y una vez que todos estábamos dentro del ambiente cerrábamos con candado y luego a dormir. Fueron pasando los dias e igual se iban perdiendo las cosas fue entonces que nuevamente los compañeros retomaron el tema de El Muki, comentaban que nos estaba “jodiendo” y que quería que nos fuéramos del lugar, algunos decían que el Ingeniero no había hecho el pago a la tierra para iniciar la construcción, otros decían que nosotros mismos lo hiciéramos, que nos consiguiéramos un animal y que lo enterráramos vivo (que en eso consiste el pago a la tierra, según lo que me contaron) y seguro así ya se calmaba y nos iba a dejar en paz. El grupo de los de Lima comenzamos a decirles a los demás que se dejen de hablar “huevadas y supersticiones de mierda” que seguro uno de estos “cholos pendejos” nos están jodiendo, y los demás decían que no, que el Muki si existía y que no deberíamos hablar así que “todo se escucha en este mundo” y que cuando uno escupe al cielo el Tayta lindo nos puede castigar haciendo regresar nuestra soberbia de formas inimaginables. Dejamos ahí el tema hasta que un día de esos nos acostamos para descansar y como a las tres de la madrugada me levanté al escuchar unos ruidos que provenían del Coliseo en construcción. ¡Carajo! Pensé, ¡se están robando los fierros!, Se me vino esto a la mente porque pude identificar el sonido de las varillas metálicas al arrastrase por el suelo. Comencé a despertar a los compañeros y les dije que hicieran silencio, y nuevamente… otra vez el sonido de las varillas de construcción arrastradas por el suelo. ¡Choros Choros! Dijeron los Huancaínos mientras que un par de loretanos y los de Huánuco agarraban palos y fierros, así que todos nos armamos y fuimos en silencio hacia el coliseo, un grupo por cada puerta que eran dos para ese entonces. Pensábamos que alguien había dejado abierta alguna de las puertas y que no le habían echado el candado pero cuán grande fue nuestra sorpresa al ver que las dos puertas seguían con sus cadenas y candados respectivos. Decidimos de todas maneras que entraríamos a revisar por si alguien se había atrevido a trepar los 12 metros o más que tenia de altura la construcción, cosa que era casi imposible y una locura a la vez, pero igual como lo dije antes entramos a revisar. Ingresamos casi al mismo tiempo los dos grupos, luego, encendimos los reflectores y no había una sola alma, comenzamos a revisar todo y no había nadie, solo algunas varillas lejos del lugar donde se juntaban, hecho que es muy extraño ya que es obligación de a quienes se le encomiendan los fierros recoger este material y tenerlo ordenado para el día siguiente ya que diariamente pasan la inspección del maestro de obra. Salimos del Coliseo y nos aseguramos de dejarlo bien cerrado y nos fuimos en silencio hacia nuestro campamento, nadie dijo una palabra pero apostaba por la expresión en los rostros de los compañeros de que sabia en que estaban pensando, y era en lo sobrenatural, y para ellos en ese momento era “El Muki”, no se atrevían a decir nada porque es como dicen allá en la sierra que si los nombras es como si los estuvieras llamando, así que proseguimos en silencio al campamento. Nos acostamos y como a razón de las cuatro nos despierta uno de los huancaínos y otra vez hicimos silencio, pero esta vez no era en el coliseo, ¡si no en el ambiente contiguo! Estaban moviendo las herramientas, se escuchaba como se caían las cosas de su sitio, no nos atrevimos a abrir la puerta para pasar al ambiente de herramientas y era precisamente aquel en donde se perdían las cosas. Un ayacuchano comenzó a maldecir al Muki en quechua y nos insto a los demás a hacerlo porque dicen que así se ahuyentan a los malos espíritus así que todos comenzamos a mandar maldiciones y carajeadas al Muki, algunos sacaron sus correas y comenzaron a dar correazos y golpes a la pared hasta que se dejaron de escuchar los ruidos estos tan atemorizantes. Al rato se escuchaban a lo lejos en el coliseo nuevamente los sonidos de los fierros arrastrándose por el suelo rasshhhhh! rassshhhhh!! , ya nadie quiso salir a ver si estaban robando. ¡A la mierda con el Ingeniero! No salimos ni cagando! era lo que decíamos, así que decidimos rezar un Padre nuestro todos juntos y a dormir eso si bien tapados con las frazadas, al poco rato cesaron los ruidos y nos acabo por vencer el sueño.
Al día siguiente salimos a la siguiente habitación y encontramos las herramientas desordenadas tiradas en el piso y nos alegramos de no haber salido a ver que era, porque “quien sabe que nos podría haber pasado” como nos decían los “paisas” y la verdad que después de eso ya nos fuimos compenetrando mas con sus costumbres y creencias.
Al poco tiempo nos reasignaron al otro coliseo que se estaba construyendo en la localidad de Rancas, para ese entonces ya chacchaba mi hojita de coca en reunión con los demás compañeros y es que es una costumbre reunirse y hacer esto, se conversa mucho entre los reunidos y se le habla a la hoja de coca, bueno esto solo lo hacen los que saben, pero en realidad lo bueno del asunto es la compañía de las buenas gentes que hay en la sierra que son la mayoría.
Un día de esos llega un compañero proveniente del coliseo de Paragsha a contarnos que ya se había acabado la obra, pero que lamentablemente había muerto un compañero al caerse del último piso del andamio que habían armado para realizar un tarrajeo en la parte más alta del coliseo. Unos días antes El ingeniero había llamado al maestro de obras de Rancas para saber si mi oficial (que era el loco Aldo) y yo podíamos ir a Paragsha a realizar estas modificaciones, pero el maestro de obras le había contestado que estábamos con el tiempo justo y que no podían ir y que era preferible enviar a otro personal, así que no llegamos a ir. ¿Cosas del destino no? ¿Y si hubiéramos ido nosotros?, muy probablemente no habría escrito esta historia. Ya enterados de los pormenores de este asunto nuevamente comenzaron los compañeros a decir que con la muerte de el nombrado en líneas anteriores se había realizado el pago a la tierra y que esas son las consecuencias de no haberlo hecho antes, comentaron también que felizmente en este coliseo el de Rancas si habían hecho el pago así que podían trabajar tranquilos. Y en realidad fue así, en esta obra no hubo accidentes ni problemas como los que hubo en Paragsha y todo llego a su fin sin más contratiempos y de acuerdo a lo esperado. De estas tierras tengo estos recuerdos y otros mas pero después de lo pasado, quien se atrevería a decir que no existen cosas que uno no puede entender y que siempre han convivido con la gente de esas latitudes y que por lo tanto saben más por experiencia en muchas cosas de este tipo que muchos de nosotros?

1 comentario:

  1. Me gusta tu anecdota con el muky de oro, me intereso este tema, ya que a mi amigo mas cercano tuvo una experiencia no con el muky sino con el condenado, en fin yo no lo creia, que era tonterias, cuenta mas acerca de tus anecdotas con el muky de oro.

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